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Abril 21, 2021A pesar de la pandemia del coronavirus, la deforestación no ha dejado de aumentar, según un análisis que recoge Global Forest Watch con todos los países del mundo ubicados en los trópicos, cinco de ellos en la región.
Diversos pueblos originarios latinoamericanos lo advirtieron durante el pasado año. Mientras la humanidad permanecía encerrada en sus casas durante meses, restringiendo al máximo sus actividades para luchar contra la pandemia del coronavirus, sus territorios se vieron devastados. Sus alarmas fueron ignoradas pero ahora las cifras recogidas por Global Forest Watch sobre la pérdida de cobertura forestal de bosques en los países tropicales lo confirman.
“Vimos un aumento del 12% en la pérdida de bosques primarios a pesar de que la pandemia y los cierres resultaron en una disminución del 3,5% en la actividad económica en todo el mundo”, dijo a DW Mikaela Weisse, investigadora de Global Forest Watch.
Brasil encabeza la clasificación de los diez países que más bosques primarios perdieron durante el pasado año. La lista también incluye a países como Bolivia, en tercer lugar; Perú, en el quinto; Colombia, en el sexto, y México en el décimo. El reporte apunta a las materias primas como propulsoras de este fenómeno en América Latina. “Vemos el mayor impacto en términos de área en Brasil. También vemos una alta tasa de deforestación impulsada por las materias primas en Bolivia, Paraguay y Argentina, y en menor medida en Colombia”, detalló la investigadora.
A ello, se agregan motivos relacionados con el clima. “Vemos varios lugares con incendios inusuales, brotes de insectos y daños por tormentas que probablemente tengan vínculos con el cambio climático”, apuntó Weisse recordando los incendios de la Amazonía y Pantanal (Brasil). “La mayoría de los incendios son iniciados por personas, pero se escaparon de control este año debido a niveles de sequía no vistos en el Pantanal desde la década de 1970”, explicó. “El Pantanal experimentó un aumento de 16 veces en la pérdida de bosques primarios en 2020 en comparación con el año anterior”, puntualizó.
Ello produjo graves consecuencias. “Casi el 30% de todo el Pantanal se quemó, incluidos varios parques nacionales, lo que provocó muchas muertes y lesiones de la vida silvestre, y es probable que algunos de estos ecosistemas demoren en recuperarse. En la Amazonía también vimos muchos parches de pérdida de bosques debido a incendios escapados, así como una deforestación continua a gran escala para la agricultura y los pastos”, lamentó.
La investigadora también subrayó el caso de Bolivia. “Tuvo un año de fuertes incendios debido al clima seco y caluroso en 2020, con mucha quema en la Chiquitanía. En 2020 también continuaron grandes parches de deforestación por productos agrícolas en Santa Cruz”, explicó.
“Fue el quinto año donde dicha pérdida superó las 200.000 hectáreas. Esta pérdida de bosque ocurrió en zonas poco usuales, específicamente, la transición entre la Chiquitanía y la Amazonía y otras zonas en la región del Chaco”, agregó a DW Daniel Larrea, coordinador del programa de Ciencia y Tecnología de la Asociación Boliviana para la Investigación y Conservación de Ecosistemas Andino-Amazónicos. “Posiblemente un manejo inadecuado del fuego explique las zonas o puntos calientes de pérdida de bosque que se detectaron durante el 2020”, indicó.
Bosques en la mira
No obstante, Weisse alertó que “el mayor impacto de la pandemia en los bosques aún está por llegar, ya que los países intentan reconstruir sus economías y tendrán que decidir si hacerlo de una manera que proteja los bosques o los ponga en peligro”.
“Aunque proteger el ambiente, reforestar, reconstruir y proteger ecosistemas es una de las maneras que la humanidad tiene para evitar futuras pandemias”, en el caso de la región no está claro que así sea, recordó a DW Astrid Puentes, codirectora de AIDA (Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente). “Desafortunadamente lo que estamos viendo es que hacia allá no van los estímulos de crecimiento en América Latina”, advirtió. “Hay una gran tendencia a incluir el extractivismo como una manera necesaria para el crecimiento económico, para justamente rescatar a las economías”, lamentó, apuntando el caso de México, “que empezó la pandemia ya con una situación económica de crecimiento casi cero”.
De este modo, señaló que aunque hay fondos para invertir en la protección de ecosistemas y la reforestación, “son excepcionales y menores al impacto de lo extractivo y todavía no están siendo implementados en la proporción que la región necesita tanto en términos de cantidad como en calidad”.
Al contrario, Puentes apuntó a iniciativas que generan preocupación en el sector ambiental. “En México hay un plan de reforestación que se llama ‘Sembrando Vida’ que desafortunadamente ha incentivado más la deforestación ya que deforestan para después demostrar que van a reforestar”, criticó. Asimismo, alertó de la promoción de “proyectos gigantes que están mal evaluados y que causarían impactos en la deforestación, como el Tren Maya”.
“Durante la pandemia, el gobierno boliviano impulsó un esquema de entrega de bonos que no fue suficiente para reactivar la economía”, dijo por su parte Larrea, considerando que “el esquema de desarrollo planteado por el gobierno de Bolivia, no es muy diferente a los esquemas de los países vecinos, especialmente Brasil”. De este modo, “los planes de desarrollo económico pueden tener un impacto importante sobre los bosques de toda la región”, concluyó.