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Abril 15, 2024¿Dónde se bota ese celular que ya no sirve ni tiene arreglo? ¿Qué se hace con la TV que se rompió o el computador obsoleto? Sus componentes son altamente contaminantes, así que no es llegar y tirar.
Hace medio siglo, las casas apenas contaban con un refrigerador como electrodoméstico esencial, y tener un televisor resultaba un lujo. Hoy, en cambio, nos vemos rodeados de celulares, tablets y computadores, sin contar audífonos, parlantes, freidoras de aire, relojes y un cada vez más largo etcétera.
Es parte de la era de la hiperconexión y el mundo digitalizado. ¿Sabías que, según el INE, en Chile hay más de 33 millones de celulares? Es decir, hay más de un teléfono móvil por persona. Y así como va la tendencia, es esperable que la cifra aumente. ¿Qué nos dice esto?
Mucho se podrá especular o concluir de la dependencia que hoy tenemos de la tecnología. Pero algo es inobjetable: a medida que adquirimos más aparatos electrónicos, y con mayor frecuencia, se acumula más y más chatarra electrónica en el planeta.
En Chile se generan más de 200 mil toneladas anuales de residuos de dispositivos eléctricos y electrónicos, algo así como 9,9 kilos por persona. Si bien el promedio es menor al otros países de la región, éste no está lejos de lo que registran Argentina (10,3 kilos) y Brasil (10,2 kilos), cuyas poblaciones superan ampliamente en número a la nuestra.
De acuerdo a la seremi de Medio Ambiente de la Región Metropolitana, Sonia Reyes, este escenario presenta dos problemas. “Primero, gran parte de este flujo de residuos termina en rellenos sanitarios o en sitios de disposición ilegal, lo que es grave pues esta basura contiene sustancias y materiales peligrosos y muy contaminantes que, si no se manejan correctamente, son liberadas al medio ambiente”.
Entre este tipo de desechos se encuentran comúnmente elementos químicos de alta toxicidad, como el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, el antimonio, el níquel o el mercurio. Según la Organización Mundial de la Salud, quien se exponga a ellos puede ver afectada sus funciones pulmonares, la respiración, dañar el ADN, alterar la función tiroidea y aumentar el riesgo de padecer enfermedades crónicas durante la vejez, como el cáncer y las cardiopatías.
Además representan un importante riesgo a nivel medioambiental. Su toxicidad puede contaminar ríos, lagos y mares, a lo que se suma la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. De hecho, se estima que las tecnologías digitales son responsables del 4% de la producción anual de CO2.
Ley REP
El segundo problema que plantea la seremi Sonia Reyes, es que los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) y sus componentes “tienen altas tasas de reciclaje, por lo que representan una importante fuente de recursos materiales y económicos que no está siendo aprovechada del todo”.
En Chile, sólo el 5% de los RAEE se reciclan. Lejos del 20% promedio que se gestiona a nivel mundial, de acuerdo al Monitoreo Global de Residuos Electrónicos, publicado por las Naciones Unidas en 2020. Y más lejos aún de lo que esperan, por ejemplo, desde la Royal Society of Chemistry, del Reino Unido, donde plantean que la extracción de minerales y metales preciosos, para uso tecnológico o para la minería, es insostenible y no será viable en el futuro. La gran solución, dicen, pasa por reciclar.
La Ley 20.920 de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) busca hacer frente a este escenario. Su objetivo es disminuir la generación de residuos y fomentar valores de la economía circular, como la reutilización y el reciclaje, con el fin de proteger la salud de las personas y el medio ambiente. Para ello se establece que los generadores e importadores de ciertos productos —definidos como “prioritarios”— serán responsables de organizar y financiar la gestión de los residuos que se derivan de su comercialización. El principio base es “el que contamina, paga”.