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Octubre 3, 2022En las heladas montañas noruegas se sitúa el banco mundial de semillas, una nueva arca de Noé con una copia de seguridad de todos los vegetales comestibles del planeta.
¿Qué es lo que alberga el banco mundial más importante del mundo? ¿Millones de dólares? ¿Lingotes de oro? Nada de eso. Lo que protege es la biodiversidad y uno de sus tesoros más valiosos: todas las semillas del planeta.
Un arca de Noé para salvar la agricultura
La Biblia cuenta la historia de Noé en el Génesis. Un episodio en el que Dios, enfadado por cómo se comportan los seres humanos entre ellos y con la Tierra, decide enviar un diluvio universal. La única persona a la que advierte de esto es Noé, a quien ordena construir una gran arca para que salve a su familia y a una pareja de cada especie animal.
Llega el fin del mundo, sí, pero gracias al arca de Noé el planeta tiene una segunda oportunidad. Pues bien, emulando este episodio bíblico, surge el banco mundial de semillas, la bóveda de Svalbard. Este arca de Noé vegetal está cerca del Polo Norte y tiene como misión preservar estos valiosos granos por si hubiera una catástrofe.
Este banco mundial de semillas es un proyecto auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la organización internacional Global Crop Diversity Trust (CROP Trust), la Fundación Bill y Melinda Gates y el Gobierno de Noruega.
Quienes viajen al archipiélago noruego en el que se encuentra podrán ver una gran bóveda de hormigón que sobresale entre la nieve de una montaña helada. Una estructura digna de cualquier película de acción, donde el villano decide tener su base en el lugar más inhóspito del planeta. Y es que la localidad en la que se sitúa, Longyearbyen, es la ciudad más al norte del mundo.
Allí, la gran puerta de hierro de este centro de seguridad de la biodiversidad agrícola global protege este gran tesoro. Ante la imponente vista del fiordo de Longyearbyen, tres cámaras, mantenidas artificialmente a 18 grados bajo cero, albergan las semillas con la memoria vegetal de la humanidad.
Las razones por las que fue construido en un lugar tan remoto e indómito son que se trata de uno de los territorios con menor actividad sísmica del mundo y que, de suceder un cataclismo universal, con suerte las bajas temperaturas conservarían las semillas incluso sin electricidad. A pesar de su lejanía, contar con puerto y aeropuerto tan cerca garantiza la posibilidad de reacción en caso de problemas en la Bóveda.
El banco del millón de semillas
Este banco de semillas, operativo desde el año 2008, ya conserva más de un millón de especies proporcionadas por unos 90 depositarios, entre los que se cuentan países e instituciones de conservación.
¿Su objetivo? Protegerlas de los desastres naturales, así como de otros efectos del cambio climático, que puedan destruir los cultivos y pongan en riesgo nuestra seguridad alimentaria.
La idea es que todas las semillas que ingresen al banco se queden ahí durante cientos de años. Por ello, las personas que trabajan para el resguardo mundial emplean metodologías rigurosas de conservación de especies vegetales, en un entorno totalmente controlado.
En la Bóveda de Svalbard imperan reglas similares a las de la caja de seguridad de un banco, por lo que solo los propietarios de las semillas pueden reclamarlas y nadie puede acceder al material almacenado.
Y sucede como en tantas cosas de la vida, muchos Gobiernos aún no han confiado a este lugar ninguna muestra de su patrimonio vegetal ni por ahora tienen visos de hacerlo. Aunque se dan casos en los que los depositarios son bancos de genes que reúnen semillas de diferentes lugares del planeta, sin ser los países de procedencia quienes encomiendan su custodia.
Desde su creación, solo ha hecho falta recurrir una vez al banco de Svalbard para solicitar semillas y fue para regenerar las muestras del Centro Internacional de Investigación Agrícola en las Zonas Secas (ICARDA), cuya sede en Alepo fue destruida por la guerra de Siria.
El cambio climático pone en peligro la producción agrícola
Que exista la necesidad de crear un banco mundial de semillas no es sino una prueba más de que también la agricultura está sufriendo a causa del calentamiento global. Tal y como señala el último informe del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático por sus siglas en inglés, la pérdida de rendimientos de los cultivos afectará a todos los continentes y se deberá a la combinación de calor, sequía y un clima extremo.
Con la crisis climática, las olas de calor cada vez son más frecuentes, intensas y duraderas. Sus efectos negativos también se ven en los cultivos y en las cosechas. La producción de cereales se redujo en la Unión Europea un 7,3 % por el impacto de las olas de calor entre 1961 y 2018, según un estudio publicado en la revista científica Environmental Research Letters. Más recientemente, la ola de calor de India y Pakistán en abril y mayo de 2022 ha provocado una reducción de la productividad de los cultivos de trigo del 10 al 35% en varios estados de India.
Según el secretario general de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en una entrevista concedida a El País, Ibrahim Thiaw, una de las maneras que están eligiendo muchos agricultores franceses frente al problema de la sequía en sus tierras es cultivar cereales africanos. Una realidad que constata la necesidad de adaptarnos a las nuevas circunstancias climáticas y de mitigar lo que puede venir. El caso del arca de semillas es otra medida preventiva por si las cosas se ponen realmente feas en el futuro.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que más de 820 millones de personas en el mundo padecen actualmente hambre crónica. Si siguen aumentando las temperaturas, estará en peligro el progreso hacia la erradicación del hambre y la sostenibilidad de los recursos naturales.
Los organismos internacionales no se cansan de repetirlo: el momento de actuar es ahora. Si no se toman las medidas oportunas, la historia del arca de Noé se rescribirá para hablar de una sequía universal en lugar de un diluvio universal.
Fuente: sostenibilidad.com