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Agosto 20, 2023Por la concentración de centros urbanos, la provincia de Buenos Aires es una de las grandes fuentes de plásticos, lo que es particularmente inquietante dado que el estuario del Río de la Plata es una de las zonas de producción biológica más ricas que existen por el encuentro del agua dulce de los ríos Uruguay y Paraná con el océano. Esto no significa, sin embargo, que el resto del mar argentino sea prístino: científicos de la Universidad Maimónides han encontrado microplásticos en el 100% de los vertebrados e invertebrados del canal de Beagle.
El plástico llega al mar arrastrado por ríos y pluviales o por la acción del viento. Todo lo que está tirado en el suelo termina tarde o temprano en el agua. Luego, el trabajo mecánico de las olas y el sol fracciona los grandes objetos en micro y nano partículas, lo que lo vuelve todavía más peligroso. Es así como ingresan a los tejidos de los seres a lo largo de toda la cadena trófica, acabando –eventualmente- servido en nuestros platos de comida.
Científicos de la Universidad de La Plata lo encontraron el año pasado en el contenido intestinal de 87 peces de 11 especies en seis sitios entre La Plata y Berisso: el 100% de ellos tenían microplásticos. En la cercanía de las zonas de descarga cloacal, la concentración era todavía más grande.
Verónica García, de la Fundación Vida Silvestre, está a cargo del censo de basura marina que se realiza desde hace años en la costa bonaerense. En sus playas aparecen gran cantidad de plásticos fraccionados, bolsas, envoltorios, colillas de cigarrillos (están hechas de fibras sintéticas), botellas, tapitas, cotonetes y telgopor, entre otros restos. “La mayor parte de los animales lo pueden ingerir. Los plásticos absorben el olor del mar y de las presas. Una vez que lo digieren, no lo pueden expulsar” y así, señala, “se acumulan en sus tejidos”.
Especies en riesgo de desaparición, como los delfines franciscana, terminan con restos en sus estómagos. Pero también lo hacen los lobos marinos de dos pelos o grandes aves como petreles y albatros. La presencia indigerible del plástico les da a los animales una sensación falsa de saciedad y por esa razón muchos están subalimentados. Otra cosa que les puede ocurrir es que les obstruya el tracto intestinal y mueran de una muerte muy dolorosa.
Esto ha visto durante años Diego Albareda, del Departamento de Conservación del Ecoparque de Buenos Aires. El ha trabajado con la tortuga verde, haciendo gran cantidad de necropsias en los animales que se encuentran muertos en la playa y rehabilitando otros que luego son reintroducidos en el mar.
Aunque la crisis es real y palpable, el experto dice que, por primera vez, la contaminación de plástico del océano está ingresando en la agenda política, desde todos los partidos tanto a nivel local como nacional. En este momento, en Diputados hay diversos proyectos para prohibir plásticos de un solo uso o microplásticos en los cosméticos. También se ha reflotado un viejo proyecto de ley de envases, que confiere la responsabilidad extendida del producto. “En tres años se ha avanzado mucho, aunque quizás aún no se vea a nivel territorial. Pero está en agenda”, indica, y reclama “más consciencia ciudadana”.
Juan Carlos Rueda, especialista en contaminación de Greenpeace, señala que la Argentina es un gran consumidor de plástico. Cada persona consume anualmente unos 48 kilos del material, mientras que en Colombia se consumen 27 y en Uruguay 30. “El 8% termina en el océano. Puede parecer poco, pero al mundo se arrojan 200 kilos de basura por segundo”, revela Rueda. Y agrega un dato impactante: un estudio realizado por Philip Schwabl, de la Universidad de Viena, encontró plástico en las heces de seres humanos de lugares dispersos del mundo como el Sudeste Asiático, EE.UU. y Europa. “Todos tenían restos de PET”, indicó. PET es el material de las botellas plásticas. O sea: tenemos plástico hasta en el intestino.
Fuente: clarin.com